sábado, 25 de noviembre de 2017

CLOACAS

 

El último rey de Roma, llamado Tarquinio Prisco, en el siglo VI antes de Cristo, mandó construir la cloaca máxima para canalizar y verter en el Tíber las infectas marismas junto con todos los desechos de la ciudad. Esa obra monumental ejecutada por etruscos está todavía en servicio. Con el tiempo sobre ella se levantaron templos, palacios, arcos de triunfo, el foro imperial, el Coliseo, el Vaticano y las basílicas cristianas. Por la raíz de estos mármoles sagrados discurría una corriente putrefacta y en ella navegaba toda clase de despojos. El derecho, el arte y la cultura clásica, que nos han nutrido, se elaboraron sobre esta inmundicia. La cloaca máxima, que en su origen fue una gran obra de ingeniería, a lo largo de la historia ha tomado otras formas invisibles e igualmente nauseabundas. El Estado moderno, y todos los crímenes que llevan su nombre, se asientan sobre una ciénaga semejante a la de Roma. Los bajos fondos del poder están llenos de reptiles que se pasean con un pistolón colgado de la axila y sobre este pozo ciego gritan y gesticulan los políticos, dictan sentencias los jueces, desfilan los ejércitos. En la actualidad, la cloaca máxima discurre a través de las redes sociales. El albañal que soportaba los mármoles de la ciudad eterna y la caja de Pandora, que contiene un nudo de serpientes, fundamento del Estado moderno, se han transformado en esa corriente de odio y frustración que aflora desde el anonimato en millones de tuits llenos de rebuznos, insultos, calumnias, mentiras y venganzas. Sobre la cloaca de las redes se eleva hoy el trono de un invisible rey Tarquinio con todo su poder digital, capaz de alterar el curso de la historia solo con los dedos sobre un teclado. ¿Pero, qué templos, qué palacios, qué arcos de triunfo, qué clase de cultura se puede levantar sobre este basurero?
 
Manuel Vicent (El País, 26/XI/2017)